miércoles, 10 de enero de 2007

Las relaciones sociales y sus consecuentes prácticas deshumanizantes

Observa al hombre en sus limitaciones, mira cómo actúan sobre él las impresiones, cómo arraigan en él las ideas, hasta que al fin una pasión creciente le roba todas las serenas fuerzas de su razón y le impulsa a su destrucción.”[1]

Introducción

A modo de introducción será mejor, o por lo menos más fructífero, dejar en claro desde qué perspectiva se analizará el tema en cuestión. De esta manera quién aborde este escrito deberá entender al Estado como un órgano que es poseído y dirigido por un sector social y al cual, este sector, utiliza para imponer (al resto de la sociedad) sus propios intereses particulares que son “ofrecidos”, que se muestran como universales. La lucha entablada entonces por la conquista de dicho órgano irá conformando sujetos sociales con intereses tanto generales como particulares. Es decir, hablamos de clases sociales antagónicas y de fracciones de clase. Bajo esta concepción la sociedad se construye según los intereses de la clase social que se impone como clase general y, al interior de ésta, diversas fracciones se impondrán sobre otras.

Si el estado es entonces un órgano conquistado por un sujeto social, cabe plantear que la potencialidad de dicho órgano, bajo los intereses de un determinado sujeto es mantener, reproducir y reforzar su lugar en la sociedad. De esta manera deben reproducirse y reforzarse las relaciones sociales que se imponen en nuestro presente y en nuestra historia, logrando así que el sujeto dominante se mantenga en las esferas del control social, político y económico.

Ahora bien cabría preguntarse, si estas relaciones son beneficiosas para un sujeto y no para otro, ¿cómo es posible la existencia de una representación democrática?. Una respuesta posible aludiendo a la cuestión de la elección, como medio para rescindir diferencias, no satisface la pregunta ya que cabría, una vez más, interrogarse acerca de cómo es posible que un sistema social que reproduce el aumento de la pobreza (entre mayor cantidad de individuos) y el aumento de la riqueza (entre una cantidad menor de individuos), no sea puesto en debate. Para resumir e intentar ser más claro, uno no vota según el cambio del sistema social sino que vota según las plataformas en las cuales siempre se ofrecen las garantías de otorgar mayor empleo, asegurar la alimentación, la vivienda, la salud y la educación; en síntesis satisfacer las necesidades que la sociedad presenta. Pero, casi “mágicamente”, años después de una votación la sociedad se encuentra con que las garantías anteriormente ofrecidas no solo han sido relegadas sino que ha acontecido lo contrario, es decir no se ha desarrollado el empleo sino el desempleo, surgen casos de desnutrición, desalojos y aumento de población viviendo en las calles; aumento de enfermedades psicológicas (depresiones, angustias, etc.), de enfermedades de presión (enfermedades del estado de animo) y un notable aumento de la deserción escolar y del analfabetismo; como así también la caída en la calidad de todas las áreas de la sociedad (caída en las actividades profesionales que repercuten en la caída de la calidad de vida). Lo que resulta paradigmático es que cuando el régimen social es cuestionado por los individuos y por los grupos sociales que éste régimen crea, surgen las discusiones sobre lo que debe ser priorizado, lo que es correcto o no lo es, discusiones que colocan en un mismo plano tanto a los grupos sociales que buscan salir de la situación de opresión que se les impone, como aquellos que la práctica opresiva les garantiza diversos beneficios. Claro está que las cosas resultan correctas según los intereses en juego, por lo tanto, cómo es posible que un sistema social que se impuso reivindicando la igualdad, la libertad y la fraternidad general de los hombres se “permita justificar” las matanzas, los genocidios, las torturas y violaciones de miles de seres humanos?. La forma de justificar esto buscará construir “un otro”, un ajeno a lo establecido como correcto, “alguien” que se muestra como ajeno al entendimiento del objeto –el objeto sería entonces, la realidad cotidiana, la realidad que se naturaliza y se concibe como única posible. Por lo tanto alguien que está fuera de. No se concibe el movimiento dialéctico que da la posibilidad de la antinomia. Se establece al objeto quieto y al extraño por fuera. No existe, en dicha práctica, la búsqueda de una segunda instancia, instancia que niega este objeto –es decir, la realidad dada, cotidiana-, lo que significa que no se pretende utilizar la razón, que debería entrar en juego ya que se trabaja con antinomias. Este es el momento “dialéctico”, el momento de la negación de la fijación del objeto en donde el objeto deja de estar fijo –se desnaturaliza- y se mueve permitiendo de esta manera que la cosa devenga otra de sí. Sin embargo, el problema aún no esta resuelto, por tanto deviene, finalmente, el momento que condensa ambos en una superación el que será denominado negación de la negación. En donde la realidad o se desnaturaliza y se cambia, o se reafirma.

Prosiguiendo entonces con la idea sobre el sujeto social y su rol en el estado podemos concluir que el sujeto social que posee el control del órgano estatal construye, constantemente, un otro que será definido históricamente. No será un ser “ahistorico”, sino que tendrá personificación según el período histórico, político, económico y social. Por lo tanto la persecución de ese otro marcado, excluido y marginado será la acción cotidiana y consciente de quien posea el control del aparato de reproducción de la vida social, es decir quien posea el poder político y económico, que en la era moderna se encuentra centralizado en el Estado.

Manteniendo este razonamiento debe pensarse que el estado totalitario, al cual deberíamos llamar gobierno totalitario, aparece como una variación del estado democrático, que deberá ser denominado gobierno democrático. Es decir, el aparato estatal como conjunto de instituciones y organismos que garantizan la reproducción de una determinada relación social –la relación de explotados y explotadores- seguirá intacta a pesar de las diversas expresiones gubernamentales. Por tanto no se pretende concluir que todo tipo de estado es totalitario, por el contrario, es necesario identificar los momentos históricos que se dan los sujetos sociales para imponer diversos tipos de gobiernos con el fin de mantener la estructura estatal intacta, o al menos, lo menos modificada posible. “La Policía del Orden fue el resultado del tercer intento de la Alemania de entreguerras de crear grandes formaciones de policías con entrenamiento y equipo militar... Al tiempo que el Ejército se disolvía, los oficiales militares y los funcionarios del gobierno, temerosos de que las fuerzas revolucionarias los eliminaran, organizaron unas unidades paramilitares contrarrevolucionarias conocidas como las Freikorps. Cuando la situación interna se estabilizó en 1919, a muchos de los soldados de las Freikorps los unieron con la policía profesional en largas formaciones apostadas en barracones y preparadas para combatir cualquier nuevo resurgimiento de la amenaza revolucionaria.”[2] En estos breves y concisos párrafos se puede observar que; si bien el régimen social de gobierno se impone a través de sus instituciones legales, éste no deja de utilizar métodos conspirativos y no enmarcados en la ley misma que han construido. El ejemplo de esto es la creación de los grupos paramilitares que contando con toda la logística estatal, oficiales estatales y los funcionarios del gobierno”, se enfrentan a aquellos grupos que serán marcados como el “otro sujeto social”. Además de este accionar en los párrafos puede leerse que ni bien estos mecanismos no son necesarios la resultante de dicha implementación se incorpora a las instituciones legales. En conclusión; por un lado el régimen de gobierno, viéndose presionado por los movimientos sociales y por los sectores dominantes, recurre a medidas de índole ilegal (constitución de grupos paramilitares) y, por el otro, una vez revertida la situación incorpora a los grupos ilegales, claro que desbaratándolos como tales pero dejando intacto el modus operandi y todo lo aprendido por los integrantes del mismo, en el marco constitucional y democrático. Las instituciones estatales impregnan de dichas prácticas a los mismos organismos que, más tarde o más temprano, darán rienda suelta a su accionar. Pero no solamente las instituciones represivas, también en lo que a leyes laborales se refiere, por eso la ley de 1924 que se había constituido como garante de asistencia a los pobres fue utilizada durante el período previo al nazismo como generadora del trabajo forzoso, ya que no daba “...derecho a una retribución porque es parte de una prestación asistencial...”[3] esto debido a que se encontraba por fuera de las relaciones laborales legales de aquella época. Pero esta facultad no fue removida con el ascenso del nazismo al poder, al contrario “la reabsorción del desempleo por parte del gobierno de Hitler en los dos años sucesivos se realiza amparándose en este instrumento de orden jurídico.”[4] Situación similar sucederá en lo que a las esferas políticas y jurídicas se refiere como ser la implementación de las leyes que conformarán el estado de excepción. Será Agamben quién deje al descubierto, también, la importancia de la utilización de este tipo de estado que utilizará determinadas normativas previas al ascenso del nazismo al poder cuya función final permitirá la constitución del terreno de la persecución política a los opositores. Durante el período que va de 1919 a 1933 la implementación del artículo 48 mostrará que, en definitiva, la protección de la “normalidad” es una cuestión de clase ya que tanto bajo un gobierno democrático, como bajo otro de índole autoritaria la necesidad de sobrevivencia y cuidado de las relaciones que garantizan la existencia de un sector social por sobre otro serán, sino las mismas, similares. Dicho artículo expresará que: “Si en el Reich alemán la seguridad y el orden público son seriamente (erhrblich) perturbados o amenazados, el presidente del Reich puede tomar las medidas necesarias para el restablecimiento de la seguridad y del orden público, eventualmente con la ayuda de las fuerzas armadas.[5] Este artículo permitió, entre otras cosas, poner en prisión a millares de militantes comunistas y “...dictar condenas a la pena capital.”[6]

Ahora bien, lo que si se pretende es marcar que la existencia del Estado tiene entera relación con la necesidad de imponer la concepción del mundo de un sujeto social al resto de la sociedad. Por eso al hablar de que el Estado es dirigido por una forma de gobierno totalitario, es decir un gobierno que totaliza las prácticas estatales es que podrá entenderse, en este trabajo, la concepción de Estado totalitario. En donde todas las acciones prácticas de quién gobierna, implementadas a través de las estructuras del Estado se desarrollan de tal manera que se encuentran totalizadas. Las organizaciones políticas opositoras son desarticuladas, perseguidas, proscriptas. Se las aísla gradualmente siendo en lo inmediato las organizaciones populares y obreras las mayormente damnificadas. “Más de cuatro mil seiscientos jefes comunistas y socialistas fueron arrestados en la noche del incendio del Reichstag. Destacamentos especiales de los nazis ocuparon todos los edificios comunistas de Prusia...El 2 de marzo se decretaron oficialmente las nuevas leyes terroríficas contra el Partido Comunista.[7] Dichos acontecimientos ocurrieron entre el período que va desde fines de febrero de 1933 a los primeros días del mes de marzo del mismo año. Las organizaciones económicas, tanto de instituciones privadas como los sindicatos, son intervenidas desde el Estado, los representantes del mismo se transforman en miembros dirigentes ante los actores económicos de la sociedad. Pero fundamentalmente los sindicatos serán las organizaciones que deberán adaptar a sus miembros a las políticas del mismo. Cabe mencionar acá que “cuando hablamos de la clase obrera del período de Wiemar, hablamos, pues, de una clase obrera ya muy atomizada, que vivía en un ambiente de fábrica fragmentado, pulverizado, como si se hubiera llevado a cabo un descentramiento productivo anticipadamente[8], con el nazismo en el gobierno “...todos los obreros industriales se vieron obligados a afiliarse al DAF, Frente de Trabajo Alemán. La negociación de los convenios colectivos y el mantenimiento de la paz social fueron confiados a los llamados agentes fiduciarios del trabajo, nombrados directamente por Hitler.”[9]

Resulta muy importante también marcar que, durante el transcurso de “...enero de 1923, tropas francesas y belgas invadieron la cuenca del Rhur para cobrarse el retraso en el pago de las reparaciones.”[10] Ante este hecho consumado serán las organizaciones propias de la clase obrera las que mostrarán sus limitaciones para la intervención política; ”El proletariado alemán tiene que pasar por una fase de recuperación y reagrupamiento de sus fuerzas para un nuevo envite revolucionario antes de que el Partido Comunista, evaluando la situación, pueda llamar a un nuevo asalto. Sabemos además que corre el peligro de no reconocer una nueva situación revolucionaria y mostrase así incapaz de utilizarla para sus fines.[11] Esta frase de Trotsky presenta el reconocimiento de la fragmentación en la que se encontraba una gran fracción de la clase obrera alemana pero fundamentalmente muestra la responsabilidad de una de las organizaciones políticas más poderosas, en aquel entonces, en Alemania; el Partido Comunista Alemán. El cuál cargará con la responsabilidad, que será remarcada nuevamente pero de manera aun más tajante sobre el mismo asunto en 1930, al decir que el “proletariado alemán no obtuvo la victoria sino una derrota decisiva...[12].

En cuanto al aspecto social, toda expresión artística, cultural, es decir toda práctica social no escapa a las esferas del control estatal. Es el Estado –y su mirada política (y biopolítica fundamentalmente en el caso del nazismo)– quién ofrece las posibilidades de expresión y divertimento. De esta forma puede hablarse de que las prácticas cotidianas del aparato estatal son llevadas a su más clara y a su más alta expresión.

Todo esto permite concluir que las prácticas del nazismo nos facilita observar al Estado en su esencia, en su manifestación de instrumento de un sujeto social que necesita reproducir su vida y sus materiales para seguir viviendo (y que en el caso del capitalismo lo que debe ser sostenido y reproducido son las relaciones entre explotadores del trabajo ajeno y...los ajenos). Un Estado que pone en evidencia que los intereses sociales son los que están en juego y los que necesitan ser definidos. Por eso es totalitaria la manera en la que se impone su forma de dirigir, de gobernar. Porque utiliza de manera total los medios que posee a su alcance; por un lado los medios represivos para aniquilar, destruir o diezmar a aquellos sujetos que resulten posibles centralizadores de resistencias y por otro lado, los medios ideológicos a través de los cuales busca la aceptación y la contemplación[13] del grueso de los individuos, quienes pasan a conformar una masa sin forma y sin centralización. Pero que, sin embargo, buscarán y encontrarán (más de una vez) sus formas de resistencia.



[1] Goethe, J., W., “Las desventuras del joven Werther”, ed. Cátedra, p. 99

[2] Browning, “Aquellos hombres grises”, p. 31

[3] Bologna, S. “Nazismo y clase obrera (1933 - 1993)”, p. 77

[4] Ídem, p. 77

[5] Agamben, G., “El Estado de excepción”, p. 44

[6] Ídem, p- 45

[7] Valtin, J. “La noche quedó atrás”. p. 377

[8] Bologna, S. “Nazismo y clase obrera (1933 - 1993)”, p. 63

[9] Muchnik, D., “Negocios son negocios”, p.186

[10] Ídem, p. 80.

[11] Trotsky, L.,"Introducción a "5 años de Internacional Comunista"", documento escrito el 24 de mayo de 1924.

[12] Trotsky, L., “El Fascismo”, cap. “La era democraticopacifista y el fascismo”, p. 53

[13] No se busca la participación activa y cuestionadora. La participación que el Estado logra de los individuos se encuentra regimentada al mismo. Es decir no escapa a las esferas de control y normativización.