lunes, 15 de marzo de 2010

Carta de un docente a sus docentes:

Llegué a la educación por una mezcla del azar y de la intuición. Nunca renegué de tu esfuerzo y de tu voluntad docente. Pero mis deseos de explicar, compartir y acompañar se hicieron fuertes en mi a través de aquellos que construían el sentido de un mundo y sus objetos que a simple vista se presentan como un sin sentido.

Aunque lo intento me cuesta recordar a un docente, en el ámbito de la educación formal, impulsando la búsqueda de ese sentido. Recuerdo más al objeto libro que se transformaba en sujeto activo del curso. Es decir que el saber estaba en el libro y no se hallaba en el docente y menos en nosotros, los alumnos. Recuerdo también que la dificultad mía por decir lo que pensaba no se quebrantaba por la intervención del docente, quizás más apegado a reconocer en la verdad lo correcto y en el error, no la posibilidad de construcción, sino el fracaso.

Pienso en el docente hoy e inevitablemente pienso en el docente de hoy y lo encuentro en un hiato en dónde se combinan, paradójicamente, el romanticismo y su idea de orden con el positivismo y su concepción gradual y evolucionista de progreso.

Sin embargo no reniego que la educación sigue siendo la instancia de posibilidad. El ámbito en donde es una decisión política enfrentar la clase y posicionarse ante ella. En definitiva, no puedo culparte a vos docente porque para responsabilizar uno debería preguntarse ¿quién educa al educador?